domingo, 24 de mayo de 2020

Personajes Grandiosos haciendo tareas ridículas IV

Sí, ya es 2020 y ha llegado el afamado evento trienal de CAAAARRUSEEELLL PEEEEERRRRRVERSOOOOO!! ¡estamos hablando de lo que todos sabéis! Personajes grandiosos haciendo tareas ridículas! CUARTA EDICIÓN!
Pasaos por la tercera edición si os la perdisteis.

Este año incorporamos una novedad: nuestra imaginación no mediará de modo alguno en la redacción de las tareas ridículas. ¿Y cómo es eso posible? vosotros mismos lo averiguaréis... ¡comenzamos!

El ministro de defensa japonés anunciando un protocolo anti extraterrestre.

Batman bailando el twist.

Los Rolling Stones cancelando una gira porque su guitarrista se ha caído de un cocotero.

Thor disfrazándose de mujer para recuperar su martillo.

Francisco Franco guardando la mano de una muerta en su mesilla de noche.

Moisés pidiéndole a Dios otras tablas de mandamientos porque ha roto las primeras que le dio.

El presidente de los Estados Unidos bailando la macarena.

Enrique VIII divorciándose de su cuarta esposa porque es mas fea en persona que en el retrato.

El presidente de Reino Unido negándose a tomar medidas contra un virus que luego él mismo contrae y casi muere.

Thor jugando al fornite.

José María Aznar hablando con acento tejano.

Linterna verde siendo débil al color amarillo.

Napoleón intentando sin éxito ligarse a la hija del novio de su madre.

El gigante Goliath siendo derrotado por el rey David con una piedra.

Donald Trump haciendo cualquier cosa.

Superman ocultando su identidad simplemente poniéndose unas gafas.

El presidente de España preguntando a un periodista por las consecuencias de la independencia.

Luis XIV poniendo de moda en la corte las fístulas anales.


Hasta el 2023 queridos carruselersss!!! y por favor denle LAIK !

viernes, 15 de mayo de 2020

La balada de las venas encendidas


Todo se torció en aquel viaje que pretendía ser romántico. Paseaban por un sendero boscoso que llevaba a un pequeño y encantador monasterio, cuando ella comenzó a hablarle de sus sueños incumplidos. Comprarse un yo-yó, ascender a encargada de Caprabo, viajar a Móstoles, pintarse las uñas de los pies, beber dos litros de agua al día o comprarse unas gafas de sol graduadas. El entrañable relato de sueños frustrados de Clotilda conmovió tanto a Gertrudio que se disponía a jurar que conseguiría hacer realidad todos y cada uno de ellos, por imposibles que parecieran. Sin embargo, estaba empezando a llover, y debería apresurar a su buey de tiro si querían llegar al monasterio a tiempo para la subasta clandestina. Con todo esto en mente no apreciaron la amenaza inminente que acechaba en lo alto de los árboles. Desde arriba, les observaba agazapado entre las sombras... Hitler. Este abrió sus alas y alzó el vuelo en dirección al monasterio, quién sabe con qué pérfidas intenciones.
Gertrudio y Clotilde continuaban su marcha alcanzando ya los 150 km por hora, pero de pronto, el buey de tiro que alquilaron en Sixt Rentalbueys tuvo una extraña avería que les obligó a detenerse. La lluvia no les dio tregua y pronto comenzó a jarrear. Empezó a golpearles y a darles jarrazos, con jarras de cerámica que estallaban estrepitosamente contra sus cabezas.
La sociedad heteropatriarcal hizo que Gertrudio cubriera a Clotilde con su cuerpo, para protegerla, y cuando estaba a punto de pedir cita para el fisio, apareció la deidad conocida como Jetzabel.
Jetzabel era un ser ornitomórfico gigante, de color verde, al que los humanos adoraban y del que solo existían leyendas, pero ese día cubrió el cielo salvando la vida de la pareja. Mientras Clotilde gritaba de alivio y hambre, Gertrudio se preguntaba cómo podría aprovechar esa situación para sacar dinero. Entonces pasó lo increíble, Jetzabel abrió su pico brillante y lanzó, en una irritante voz de pito que contradecía su divinidad, el siguiente mensaje:
"Se hace saber...Que por mandato oficial del III Reich... todo ciudadano o ciudadana tendrá la posibilidad de visitar el Castillo y pasar un día con Hitler en su enorme y mágica...fábrica de nazis".
Gertrudio miró a Clotilde con su mirada de urraca sedienta de billetes alemanes. Ambos supieron lo que esa mirada significaba. Lucharían a muerte por visitar esa fábrica. Siempre soñaron con conocer a los "Oompa hitlas" y construir nazis con sus propias manos.
Entonces Jetzabel prosiguió:
"Para tener el privilegio de acceder al castillo debéis encontrar el yo-yó que venden en el Caprabo de Móstoles".
La ocasión era inmejorable para Clotilde y Gertrudio, podrían conseguir entrar en la fábrica de nazis y, de paso, cumplir la mitad de los sueños de Clotilde, ¡y todo antes de merendar!
Jetzabel se desvaneció dejando tras de sí una niebla preciosa, aunque de olor nauseabundo. Ya no llovía y el buey se había convertido en un Cercanías de la línea C5 (que para en Móstoles). El único problema es que no tenían abono porque cuando salieron de casa no contaban con emprender una búsqueda del tesoro orquestada por un dios pájaro para poder conocer a Hitler, así que se tuvieron que colar y esperar que no pasara ningún revisor o ningún ninja.
Una vez en el tren, Clotilde y Gertrudio se pelearon por decidir quién se sentaría a contramarcha, lo que provocó una profunda herida en su preciosa relación, pero que se hará sentir en su vida futura, y no trascenderá más en esta historia. Al final el heteropatriarcado decidió que se sentase a contramarcha Clotilde porque era la mujer y por eso tiene menos privilegios. Bueno no, Gertrudio, porque es el sexo fuerte y quien protege a la familia. Bueno, no sé.  Miraron por la ventana el paisaje bucólico que les ofrecía aquel bosque, y vieron a lo lejos una sombra con ojos brillantes que les observaba posada sobre la rama de un árbol. Esa sombra con la silueta de Hitler les provocó un horrible escalofrío, pero estaban demasiado ocupados con su plan como para reparar en ello. Llegaron a Móstoles y se dirigieron al Caprabo con paso firme aunque carente de estilo, donde compraron el yo-yó y algo de comida para Clotilde que no había dejado de gritar por hambre durante todo el camino, la puta pesada. También aprovecharon para dejar el currículum de ella.
Ahora que tenían el yo-yó, nada les impediría entrar en el castillo, conocer a Hitler, participar en la subasta y rescatar a la princesa, pero no iba a ser tan fácil, pues muchos otros ansiaban el poder que el yo-yó entrañaba, peligrosas manos ávidas de poder tratarían de arrebatárselo, usando cualquier medio a su alcance. Así, el ejército de manos de Guantadia atacó por todas partes, había decenas de manos, que arañaban, abofeteaban, empujaban, hacían tocamientos inapropiados, tiraban del pelo e incluso algunas sacaban el dedo. Cuando Gertrudio estaba a punto de llamar al fisio, fueron rescatados por el más extraño e inesperado de los seres: Andreu Buenafuente.
Andreu Buenafuente se ofreció a llevarlos al castillo en su mula de tiro que podía alcanzar los 300 km por hora en vuelo.  Cuando surcaban los cielos en el carro de Buenafuente vieron parado en medio de la vía aérea a Papa Noel que viajaba con sus renos de tiro, y uno de ellos se había averiado. Estaba visiblemente enfadado tratando de colocar el triángulo reflectante que no paraba de caérsele al abismo una y otra vez, mientras llamaba a los de RenoAuto que le habían alquilado los renos defectuosos.
Buenafuente se ofreció a llevarle a repartir regalos por lo que el viaje se alargó un poquito más de la cuenta. Después de repartir sonrisas a los niños y felicidad a todos los hogares del mundo, llegaron al Castillo de Hitler donde podrían participar en el malévolo plan de fabricar Nazis.
Fue en ese momento cuando Andreu Buenafuente les dijo que su favor no iba a ser gratis... que sabía todo lo del yo-yó y que lo quería para él... se abalanzó salvajemente sobre Clotilde para conseguirlo, y estuvieron forcejeando un rato, luego descansaron otro rato, y luego volvieron a forcejear. Luego debatieron sobre cuál sería la mejor película de Star Wars, y luego contaron chistes. Luego forcejearon. Luego cambiaron sus chaquetas. Forcejeo, chistes, concurso de eructos, forcejeo, forcejeo, descanso, beso de esquimal, forcejeo... hasta que Gertrudio perdió la paciencia y por fin llamó a su fisio. El fisio le dijo que, ya que Andreu estaba ocupado forcejando intermitentemente con Clotilde, le golpeara en la cabeza con un martillo de madera, de modo que así lo hizo. Aprovechó para robar a Andreu Buenafuente sus famosas gafas de sol graduadas para Clotilde, que, junto con el yo-yó, el agua que había bebido involuntariamente de los jarros y las uñas de los pies que se había pintado mientras viajaban por el mundo, cumplía todos los sueños de Clotilde en un precioso acto de amor eterno. Pero entonces, Andreu Buenafuente, que se había recuperado del golpe, saltó a forcejear con Gertrudio. Gertrudio imploró la ayuda de Clotilde, pero esta, en posesión de todos sus sueños y el yo-yó... traicionó a Gertrudio, rencorosa de la discusión del tren la cual se dijo que no tendría consecuencias en esta historia solo para despistar! Así, la ahora malvada Clotilde abandonó a Gertrudio y se internó en el castillo de Hitler.
Y allí estaba él, con su bigote ridículo y su peinado…ridículo, sonriendo ridículamente al ver llegar a Clotilde con el yo-yó. “Aquí estás por fin, Clotilde…Te estaba esperando. Traes el yo-yó del Caprabo… ¿verdad?”- dijo Hitler, con su voz ridícula.
Clotilde le miró, él estaba frente a ella con sus alas cerradas y sus ojos la miraban de una forma que le producía escalofríos. Entonces comprendió, que era la misma sombra que había visto desde el tren de Cercanías y que todo ese rollo de los "Oompa Hitlas" se trataba de una trampa. Esto no pintaba bien, así que agarró el yo-yó con fuerza y se dio la vuelta para emprender la huída. Pero entonces Hitler volvía a estar frente a ella de nuevo, Clotilde volvió a girarse y ocurrió lo mismo. Daba igual lo que hiciera, aquella figura se teletransportaba más rápido de lo que avanzaban sus propios pensamientos.
-“Clotilde, olvidas que esto es un lugar mágico, y yo soy su dueño y señor. ¡ No puedes escapar de mí ! dame el yo-yó.”- Dijo Hitler, esta vez con una voz un poco menos ridícula, que ahora daba un poco de miedo.
Clotilde le golpeó con el yo-yó y Hitler murió al instante. Joder, qué fácil, tanto suspense para esto. En fin, Clotilde se convirtió en la nueva gerente de la fábrica, y estaba feliz porque ahora podría tener sueños aún más ambiciosos que los anteriores. Se alzó sobre la más alta torre del castillo, observando aquellos bosques que ahora le pertenecían.
Gertrudio la vio allí arriba, dándose cuenta que aquel viaje, que pretendía ser romántico, había significado el fin de su historia de amor.