domingo, 25 de septiembre de 2022

Vacaciones yé-yé

Eran las vacaciones que tanto llevábamos esperando mis amigos y yo, con quienes no tenía ya el hábito de compartir tiempo por los compromisos de la adultez. Hijos, hipotecas, helicópteros, herraduras, hornitorrincos... era la ocasión de volver a revivir nuestra juventud.

Así que allí estábamos, en la plaza mayor de Drosvayia, mis amigos Rupo, Ripo, Ripa, Ropa y yo, disfrutando de una buena jarra de leche de mona cacereña. Poco imaginábamos que ese viaje sería un evento exento de sorpresas, que confirmaría que todo quedaría igual y que no cambiaría nada. Entonces, Rupo le dijo a Ripo:

—¡Rápido! Una rapaz rapiñará tus rupias, ¡rapea para repelerla!

Y Ripo empezó a rapear un absurdo rap lleno de ripios. Me repateaba. Tuve ganas de repatriarlos, repartirles una ostia. Me repeiné y repensé qué había ido a hacer allí. 

Reparé en lo increíblemente aburridos que se habían vuelto mis amigos desde que éramos adultos. Ya no me hacía gracia rapear con la R y con la P. El único entretenimiento que nos unía desde niños.

Decidí continuar el viaje yo solo. No más Rupo, Ripo, Ripa ni Ropa. Ahora era simplemente Rape.

Así que esa noche, mientras dormían, preparé el macuto y salí de aquel hostel lleno de Drosvayianos y cacereños. Yo quería conocer suecas y a Alfredo Landa, y a Antonio Ozores.

Y con ese propósito en mente, abracé mi nueva vida, abandonando a mis queridos amigos, al rap y a mi serpiente mascota. Me subí a un taxi con decisión.

 —¡A Suecia! —dije con reencontrado vigor. 

—Caballero, voy a tener que pedirle que salga de debajo de esa cama —dijo el dependiente de Ikea.

Así que le hice caso y pedí perdón y le estreché la mano, pero, ¿Cómo había ido a parar ahí? ¿Había equivocado en un delirio el taxi con el Ikea, alimentado por mi deseo de ir a Suecia? Salí del establecimiento para descubrir que no estaba en el Ikea de Drosvayia, sino en el de San Sebastián de los Reyes. Mi respiración empezó a acelerarse y me tuve que sentar. Alguien me miró y me preguntó si necesitaba ayuda, y le dije que no. Aún así no paraba de abanicarme con la mano y mirar alrededor como buscando ayuda. "Qué pesado, ojalá se fuera", pensé. Me estaba poniendo más nervioso. 

—Me sabe fatal —decía todo el rato. —¿Seguro que está bien?

Yo solo asentía sonriendo con muy poca asertividad, y él con muy buena intención estuvo unos largos diez minutos hasta que por fin se fue para nunca volver a aparecer en esta historia. Ahora tenía que recuperar el aliento y descubrir lo que estaba pasando.

Decidí regresar a la cama del Ikea para inspeccionar la zona. Esperé a que no hubiera dependientes y volví a meterme debajo. Estuve un rato palpando el suelo por toda el área y no parecía haber nada extraño, hasta que de pronto sentí algo. Una zona del suelo estaba blanda como el culo de la reina de Inglaterra (antes de que se muriera). Presioné con mi mano y vi cómo mi brazo desaparecía bajo esa especie de masa carnosa. Entonces metí la cabeza y me vi sentado en la sala de espera de una clínica estética de blanqueamiento de ano. Saqué la cabeza y seguía en Ikea. La volví a meter y me vi montado en un camello junto a las pirámides de Giza. La saqué y seguía en Ikea. 

Al parecer, ese lugar era un agujero de gusano que conducía a otros lugares. Pero, ¿Cómo evitar ir a parar a lugares aleatorios? ¿Cómo podría utilizarlo a mi favor para llegar a una comedia de destape de los años 60 junto a Ozores, Landa o Fernando Esteso como siempre había soñado?

Tenía que conseguir entender el vórtice y, a la vez, mantener el secreto. Así, me matriculé en física, cogí un profesor de clases particulares de refuerzo, conseguí el grado, el posgrado, me doctoré, hice contactos, publicaciones, congresos y conseguí un puesto en el servicio secreto del gobierno de los Estados Unidos de América (de ahora en adelante, E.E.U.U.). Entonces volví a la cama de Ikea con los conocimientos, instrumentos, autoridad y autoestima que necesitaba para estudiar el vórtice y, para mi sorpresa, la cama había sido vendida. Tenía entendido que los muebles expuestos en Ikea no se vendían, pero parece ser que sí, de verdad, miradlo en google. Ahora estaba en una situación comprometida, puesto que me habían metido en un grupo de Whatsapp de antiguos alumnos del instituto para organizar un reencuentro y yo no quería ir. Pero no tenía tiempo para eso, tenía que resolver lo del vórtice.

Afortunadamente, como el lector recordará, el portal espacio-temporal estaba en el suelo, por tanto era completamente irrelevante que la cama se hubiera vendido. Ahora en su lugar había una alacena de cocina. Era más difícil acceder, sí, tenía que apartar la alacena, pero aún no se había ido al traste esta historia y servían de algo todos mis estudios en física cuántica.

Me puse un polo amarillo y una chapa de Ikea para que nadie sospechara y aparté la alacena.

Ahí estaba, el agujero carnoso. A simple vista era imperceptible, pero al tocarlo se sentía como las tetas de la Duquesa de Alba (antes de que se muriera). 

Gracias a mis masters en física y años de concienzudo estudio me di cuenta de que había una ruedita que servía para indicar a donde querías ir. Justo en el momento en que iba a girarla para emprender mi primer viaje salió del agujero un tipo idéntico a mí. Por alguna razón iba vestido con un disfraz de payaso y me dijo las siguientes palabras:

—Rape, soy yo. Digo tú. O sea, soy yo y también soy tú. Vamos, que yo también soy Rape. Pero no uno que también se llama Rape, es que soy el mismo. Bueno, que vengo a decirte que debes evitar la reunión de antiguos alumnos.

Estaba claro que si preguntaba por qué, me diría que no había tiempo para explicaciones, así que nos pusimos manos a la obra para evitar la reunión. Escribimos a Jessy, para decirle que el Ruben se había liado con Bea mientras aún estaban juntos. Luego escribimos al Zoe para decirle que Rubén había perdido la virginidad con su hermana, y escribimos a todas las tías para decirles que otras tías habían dicho de ellas que usaban relleno en el sujetador. Así, la gente empezó a salirse del grupo y la reunión fue evitada. Pero entonces, el vórtice empezó a brillar y a hacer ruidos semejantes a arcadas, y de él surgió otra versión mía, esta vez vestido de Frida Kahlo, y nos dijo: 

—¡Rapes! ¡Soy Rape! ¡Soy vosotros, vaya! pero no ambos, soy uno solo, uno de vosotros, ¡pero no el mismo! ¡otro Rape! ¡un Rape repe! ¡¡He venido a deciros que hay que ir a la reunión de antiguos alumnos!!

Ahora no sabía qué hacer. ¿Le haría caso a un tipo disfrazado de Frida Kahlo? 

Ya le había hecho caso a un tipo vestido de payaso. Pensaba que ya era suficiente de escuchar a tipos vestidos de manera estrambótica, uno por día estaba bien, por mucho que tuvieran un asombroso parecido a mí y dijeran llamarse de la misma manera.

Pero, por otro lado, ¿y si Rape repe tenía razón? ¿y si tenía que ir al reencuentro? 

Decidí que ya estaba bien de tanta historia y me lancé al vórtice de cabeza. Lo que allí dentro experimenté me sobrecogió y me desasosegó y me produjo incómodos gases. Primero descendí a toda velocidad a través de un conducto en el que parpadeaban luces, sonaban bocinas y canciones del verano de los 90. Luego mi cuerpo se expandió y empezó a ocupar todo el lugar disponible, y comencé a percibir distintos espectros lumínicos y a oler un poco a ambientador de coche. Después concebí las respuestas a la vida después de la muerte y el origen y el final de todo durante 5 segundos, para luego olvidarlo y concebir goles de Ronaldinho en vídeos de youtube. Finalmente, aterricé en un despacho. Un despacho grande, con una mesa cara, de madera buena, con una cosa de esas que son bolas que chocan entre ellas sin parar. Sentado en una silla había un personaje de lo más particular. Calvo, con gafas y bigote, no muy alto, trajeado y rellenando folios, cuando reparó en mí.

—¡Rape! ¡Te estaba esperando! —dijo.

—¿Quién eres? ¿José María Iñigo? —pregunté extrañado.

—José María Iñigo no tiene gafas —contestó él.

—Es verdad... ¿Mortadelo?

—Mortadelo no tiene bigote.

—Mierda. ¿El de Breaking Bad?

—El de Breaking Bad no va trajeado. 

—Pues no sé quién eres —confesé.

—Lo sé, pero yo sí sé quién eres tú, Rape. Eres un viajero del tiempo. 

—¿Cómo lo sabes?

—Porque he conocido a otros Rapes del futuro. Mi nombre es Jackson Farrara (pronunciado con acento anglosajón, como el anuncio de Carolina Herrera) y soy un científico de... de la ciencia. Llevo años estudiando tu caso. 

Me estrechó la mano mientras yo seguía pensando que había sido una estupidez apostar por Mortadelo porque además de no tener bigote, sí que es alto. El hombre calvo, con gafas, y bigote, no muy alto y trajeado comenzó a pasear lentamente de un lado al otro de la sala mientras continuaba hablando.

—Llevo tantos años estudiándote que sé más que tú de tu propia vida. Comenzaste experimentando con el vórtice por un legítimo deseo de conocimiento, con una genuina mirada científica, igual que yo. Pero después comenzaste a usarlo para intentar cambiar eventos de tu propia vida. Viajabas al pasado para cambiar cosas: coger el paraguas un día de lluvia, ponerte unos calcetines sin tomates cuando una chica te invitaba a subir a casa, ponerte en la cola rápida del supermercado... y todo ello desató un gran caos. Por el efecto mariposa, los cambios producían eventos que no podías controlar y cuyo origen no entendías. Cuanto más viajabas al pasado para intentar evitarlo más arruinabas las cosas. Cada vez viajabas más atrás y hacías intervenciones más intrusivas, incluso hay registros de un suplantador de Frida Kahlo y se cree que pudiste ser tú. Perdiste la noción de continuidad de tu propia existencia, y convertiste tu vida en un absurdo ir y venir.

Yo permanecía atónito, era complicado atender a tan enrevesadas explicaciones, y más con las bolitas esas distrayéndome. El HCcGyBnmAyT (Hombre calvo con gafas y bigote no muy alto y trajeado, que en verdad se llama Jackson Farrara, y por lo tanto podía haberse referenciado con una cantidad significativamente menor de caracteres) continuó:

—Es por eso que urdí este plan, atraerte aquí. Verás, no siempre me he llamado Jackson Farrara. Yo estoy en tu futuro, pero realmente vengo del pasado, un pasado más anterior al tuyo...

—No se dice "más" anterior —interrumpí —, se dice... 

—Vengo de una época remota en la que reinaba la ignorancia y la confusión. Los años 60. Descubrí el vórtice en San Sebastián de los Reyes, pero no existía la tecnología para dominarlo. Entonces produje y protagonicé varias películas de destape en las que se podía acosar a suecas y alemanas. Dejé un paraíso utópico con la esperanza de que alguien soñara con viajar a él y, con esa motivación, usara el vórtice cuando existiera la tecnología suficiente. Fingí mi propia muerte metiéndome en una cabina y me tiré al vórtice innumerables veces hasta que, por azar, llegué al futuro y me matriculé en la carrera de... ciencia. Entonces construí este despacho donde antes estaba el Ikea y seguí tus aventuras, esperando a que llegaras y pudiéramos trabajar juntos, cada uno desde una época diferente para estabilizar el vórtice. Pero empezaste a liarla parda, como se dice ahora, así que tengo que matarte y volver a empezar. Yo envié al Rape payaso, porque si hubieras ido a la reunión de alumnos, te habrían preguntado por lo que has estado haciendo los últimos años, habrías hablado del vórtice y te habrían revelado que, evidentemente, detrás de todo esto solo podía estar...

—¡JOSÉ LUIS LÓPEZ VÁZQUEZ! —exclamé.

No podía creer que estuviera tan cerca de mi gran sueño y, al mismo tiempo, a punto de morir a manos del hombre que podía cumplirlo.

¿Quién iba a pensar que José Luis López Vázquez era un reverendo H.P.? Aunque debí imaginarlo con su papel en Sor Citroen. 

Ahora tenía que tratar de persuadirle para que no me matara utilizando mi ingeniosa dialéctica.

—¡Tengo una idea! —exclamé.

—¿Qué idea? —preguntó con interés José Luis, alias "Fagruagra".

—Que no me mates.

—Vaya. Tú siempre tienes muchas ideas.

—Así es. Se me acaba de ocurrir. Total, a ti te da igual y para mí es mejor, porque sigo viviendo. 

—Ya veo por donde vas.

—Además, todavía estamos a tiempo de trabajar jun...

—¡Basta! Ya me habías convencido con la primera idea —interrumpió —. Retomaremos el plan de cerrar el vórtice. A fin de cuentas eres el único que puede hacerlo por tus conocimientos en física. 

Así fue cómo le expliqué a José Luis acerca de la ruedita y el botón de On-Off, que hacía que esa abertura en el suelo gelatinosa como la barriga de Maradona (antes de que se muriera), se transformase en una lámina de parquet Bokträ de Ikea, lo cual dejaba el portal cerrado. 

José Luis López Vázquez se sintió muy agradecido. Así que pensé que había llegado el momento de pedirle aquello tan ansiado. 

—Bueno, Rape, supongo que ahora querrás tu recompensa... ¿estás listo para ver nórdicas en bikini en Benidorm? 

—La verdad, señor López Vázquez, aka Fagruagrua... ¡No! he aprendido que los deseos pueden ser un arma peligrosa, que tienen un precio y que acosar extranjeras en la playa está mal... ¡quiero que me devuelvas a mi viaje de vacaciones con mis amigos!

—¡Que así sea, pues! ¡¡Por el poder del místico ojo de Vanihain, invoco a los mivashtis del viento!! ¡Que allá donde fueres, hagas lo que vieres! ¡¡¡shalabú!!!

Agitó su varita mágica y, en un parpadeo, estaba con Ripo, Ripa, Ropa y Rupo en las vacaciones. Ripo estaba mandando whatsapps del trabajo, y Rupa haciendo videollamada con su marido para ver a sus hijos, mientras Rupo y Ropa discutían de cosas como la inflación. Yo no podía evitar mi sonrisa pues, a pesar de que efectivamente todo quedó igual y no cambió nada, no había otro tiempo ni lugar en el que quisiera estar. 


Fin.