¿Qué pasa con la Navidad? Es una
época muy extraña para mí, todo el mundo hace cosas diferentes y eso me
desconcierta, las rutinas se derriban y tienes que salir de tu zona de confort.
¿No te gustan los juegos de azar? Pero bueno,
¡es Navidad! hay que comprar lotería. ¿Te gusta comer Oreos y galletas Príncipe?
Pero ahora es Navidad y eso está fuera
de lugar, hay que comerse el turrón y el mazapán. ¿Te gustan las esquinas de tu
salón libres y despejadas, tal y como son? Pues ahora es Navidad y la desnudez
de las esquinas es despreciada y denostada, ahora se ponen árboles de mentira y
espumillones.
Bueno ya está introducido el
tema, ha quedado claro que hoy voy a hablar de la Navidad y de las cosas raras
que hace la gente ¿no? En concreto quiero
comentar UNA cosa que me da mucha pena de la Navidad, y es la gente que se
compra pelucas de colores en la Plaza Mayor.
Muchas veces veo parejas o
familias enteras que se ponen las pelucas esas ridículas y bueno, al principio
qué bien, no? Qué divertido! Jajaja! Son muy graciosas! ¡Parece que tienes el
pelo naranja! ¡¡¡Pero tu pelo realmente
es castaño!!! JAJAJAJAJAJAJA.
Es algo novedoso, se miran unos a
otros riendo, ponen caras divertidas, menean la cabeza, se hacen fotos, disfrutan
de la sorpresa que produce ver a alguien conocido con una peluca de colores. Pero
llega un momento en que la habituación hace su efecto, y las sensaciones del
principio se atenúan. Una vez celebrado te acostumbras y ya no te produce risa,
y esto ocurre verdaderamente rápido. Si alguien pensaba que la peluca sería una
mina de risas infinitas estaba muy equivocado...
No obstante, la peluca ha costado
dinero y hay que rentabilizarla, así que se la dejan puesta toda la tarde mientras
pasean por el centro, total, tampoco tienen donde llevarla, y es más cómodo
llevarla puesta que llevarla en la mano.
La cuestión es que continúan
haciendo su vida normal y llega un momento en que olvidan que la llevan puesta
y se comportan como si no la llevaran, y entonces ves a gente paseando tan
normal, a veces incluso callados, completamente ajenos al hecho de que llevan
una peluca ridícula, que supuestamente debería divertirles y hacerles felices. Me
hace pensar en la finitud del ser humano y a mí eso me pone triste.
En esta representación la chica
se ha olvidado de que lleva la peluca, y está pensando en que quizá en la cena de
Nochebuena van a faltar langostinos y tenía que haber comprado más. El chico en
cambio, es consciente de todo y mira con desazón a las personas que no llevan
peluca, mientras piensa que ojalá él también tuviera la valentía de lucir su
cabeza como si fuera febrero, aunque estemos en diciembre.
Y esa es la historia de por qué
las pelucas de la Plaza Mayor me ponen triste, y es un fenómeno similar al que
me produce el parque del Retiro, que quizá algún otro día me anime a explicar.
¡¡¡ FELIZ NAVIDAD !!! y disfrutad de vuestras pelucas lo máximo
posible.
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