Nunca pensé que Melisa pudiera hacerme una cosa así. Había depositado toda mi confianza en ella, y ella lo sabía, pues nunca antes había dejado entrar a ninguna mujer en mi casa. Hasta entonces siempre nos había ido bien, sin embargo ese momento llegó: puso a lavar una toalla fucsia junto a la ropa blanca. Después de dos años y medio con Melisa, empecé a plantearme la posibilidad de cambiar de asistenta.
Bueno, en parte fue por aquello, y en parte porque reconoció los asesinatos de 17 familias que la tuvieron contratada antes que yo. De esta forma, puse a Melisa en manos de Spiderman y comencé un casting para contratar niñera.
La primera de las candidatas iba vestida con un atuendo muy antiguo, llevaba un sombrerito, un paraguas y cantaba canciones estúpidas. Me pareció realmente gilipollas así que desde luego la descarté desde el primer momento. En segundo lugar vino una señora mayor inglesa y transexual, llevaba gafas y era encantadora, sin embargo me dio mal rollo su tremendo parecido con Robin Williams. Después de ella, vino una chica rubia, que era la mujer del ginecólogo al que metí entre rejas por tocarme de una manera indebida. Supuse que venía a jugármela y no quise arriesgar.
Entonces recordé las sabias palabras de Mahatma Ghandi: "Si no puedes contratar una asistenta, contrata un mayordomo". Y eso hice. Se llamaba Emilio, vestía impecable esmoquin y lucía un discreto bigote. Además gastaba un sagaz sarcasmo de mayordomo inglés y nunca se metía en mis asuntos.
Un buen día, mi marido y yo salimos a jugar al paintball con el presidente y Emilio se quedó a cargo de la casa. Después de cumplir con éxito nuestra misión de sustituir las pistolas de pintura por pistolas reales y asesinar al presidente para nuestros jefes coreanos, volvimos a casa para descubrir algo realmente perturbador...
Quedamos en shock. Yo estaba aterrado y paralizado y comencé a llorar (sí, somos gays) mi marido trató de consolarme como pudo, lo cierto es que él parecía muy entero. Durante las noches siguientes no pude dormir ya que no era capaz de enterrar en mi memoria las imágenes de aquella noche. Algo que jamás conté a nadie, y menos a vosotros, que no os conozco de nada.
¿O quizá si...?
Venga, ¡Si! Emilio tenía su estómago conectado, a través de un repugnante apéndice, a la cabeza de unos perros callejeros. Nuestro perfecto mayordomo resultó ser una especie de alien o monstruo, que se alimentaba de cerebros. Como era bueno, sólo mataba animales callejeros cuando tenía mucha hambre o cuando estaba muy aburrido. Nosotros, como éramos gays, lo comprendimos y le consentimos seguir trabajando para nosotros. Grave error.
Puesto que ahora que había descubierto que éramos gays, (no sé que otras teorías barajó hasta entonces mientras vivía con nosotros) no dejaba de intentar seducirnos , abriéndose de forma sugerente el esmoquin para enseñarnos su aberrante y vomitivo apéndice. Nada me daba más asco que verlo colgando mientras removía la sopa, así que decidí que debíamos librarnos de él, y le registramos sin su permiso en meetic.com.
Pusimos una foto de él absorbiendo perros y pronto recibimos miles de solicitudes. Como no nos decidíamos a cuáles responder, resolvimos que lo mejor sería matarlo. Después de horas y horas de discusión sobre lo moral o no de esta opción, nos inclinamos a pensar que, si habíamos asesinado al presidente a sangre fría por motivos que desconocíamos, ¿Qué nos impediría asesinar a un maldito engendro salido del infierno que dormía en nuestra casa y era potencialmente hostil?
Después de reírnos mucho con esto, sólo nos quedaba decidir el cómo y el dónde. Pero no había tiempo de terminar nuestra partida de cluedo, teníamos que matar a Emilio, así que le asaltamos con un lanzallamas y le prendimos fuego.
Comenzó a arder como si no hubiera mañana. ¿Quién iba a pensar que los aliens eran tan inflamables? Mientras se consumía no dejaba de decir palabras cliché en todos los idiomas: "¡Arigató Mitsubishi! ¡Voulez vous coucher avec moi! ¡Pronto parlare questo pesto! ¡Sealeja la almeja!.
Como no callaba y tardó mucho en reducirse a cenizas, mi marido y yo nos hicimos un colacao y pusimos un rato la que se avecina.
Esto nos llevaba a la casilla de salida. Estábamos sin asistenta y seguíamos siendo gays, así que dadas las circunstancias, volvimos a llamar a Melisa hasta que encontrásemos algo mejor. "Bienvenida de nuevo Melisa" le dije "tu primera tarea consiste en recoger unas cenizas que hay en tu habitación... no preguntes!". Al rato volvió diciendo "akga marawa gustrrimak shatrrapah" que en su idioma inventado significaba "pero señoriiitoh, no hay ningunah senisas en mi cuaaaaaaalto".
THE END
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