viernes, 13 de septiembre de 2019

La simbiosis dadaísta-generacionista ante el Top Manta : ¿una reflexión neoreaccionaria?


Hola y bienvenidos a septiembre un año más. El mes de la alegría, y de los zapatos nuevos, solo que esta vez y como cada año sin alegría y sin zapatos nuevos.
Al contrario que le ocurre al gremio de los zapateros, que todos los meses del año son el mes de los zapatos nuevos. Ya en lo de la alegría no entro.

Sin más dilación voy a contaros una pequeña anécdota que me sucedió durante las vacaciones este verano. 
Estaba yo y mi misterioso acompañante al que llamaremos "señor antifaz", paseando por el paseo marítimo de un conocido pueblito costero catalán de cuyo nombre sí quiero acordarme pero no os lo quiero decir, (podemos llamarlo "pueblo antifaz", si queréis), cuando vi a unos niños rubios muy monos de entre 6 y 8 años que habían cogido de la playa conchas, caracolas y erizos o no sé qué, y los habían colocado sobre un trapo para venderlos por un módico precio. En ese momento pensé: ¡Qué tiernos!, qué buena forma de sacar unos euros para comprar helados y chuches. Fue una imagen realmente entrañable.
Precisamente en esa zona decidimos pararnos a tomar algo en una terraza, mientras observábamos el ambiente de la playa y veíamos con curiosidad lo que hacían los niños. 
Al ratito apareció un vendedor ambulante y se detuvo en el mismo lugar en el que se encontraban ellos, se puso a sacar sus productos y me di cuenta de que vendía exactamente las mismas cosas. El señor antifaz y yo reímos por la asombrosa coincidencia hasta que vimos que el vendedor les increpaba por lo que estaban haciendo. Con un lenguaje muy inapropiado para dirigirse a niños tan pequeños les dijo que se largaran de allí, que esa zona era suya y tenían que respetar las leyes de la calle. Ellos hicieron caso omiso y el enfado del vendedor fue en aumento al igual que su violencia. Comenzó a gritarles muy fuerte y a amenazarles, advirtiéndoles que si no se iban les iba a echar él "corriéndoles a hostias", les insultó y acabó diciendo que les iba a matar. Llegados a este punto pensé que alguien debería intervenir ya que ese hombre estaba perdiendo los papeles y los chavales corrían un serio peligro, sin embargo, antes de que pudiéramos hacer nada los niños dirigieron su mirada al más pequeño, este asintió con la cabeza y de pronto sacó UN CUCHILLO DE DIMENSIONES ESTRATOSFÉRICAS, al menos en contraste con sus pequeñas manitas, y se abalanzó con él hacia el vendedor colocándoselo en el cuello. Le dijo que "A quién coño iba a matar él, si era un puto mierda" y que se andara con cuidado, que se iba a arrepentir de lo que estaba haciendo, "que las leyes de la calle se las pasaba por los cojones y que le iba a enseñar sus propias leyes y no le iban a gustar". Siguió profiriendo una serie de insultos y amenazas que nunca imaginé oír en la boca de un niño pequeño hasta que el vendedor visiblemente asustado recogió a toda prisa sus pertenencias y se marchó de allí. 
El pequeño guardó el cuchillo y siguió sus actividades de niño como si tal cosa mientras el señor antifaz y yo nos quedamos estupefactos.

En fin yo que os puedo decir, me alegro de que los niños de hoy tengan resiliencia.

Esta ha sido la anécdota del verano, ahora no creáis que va a haber una anécdota del otoño, y una anécdota del invierno. Anécdota de la primavera me lo pensaré. Pero tened en cuenta que carrusel perverso está en horas bajas desde que publicaron una foto de su director comiéndose un moco en la revista Vogue. 

¡Hasta la próxima!





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