sábado, 3 de septiembre de 2011

Un café, mire usted.

Hoy vamos con una historia real, no es una fantasía rara que me haya venido a la cabeza ni nada parecido. Me lo contaron como una historia real y yo me lo creo. Let's go!

Había una vez una familia feliz como otra cualquiera. Bueno, no como cualquiera, más feliz si cabe. Una familia que de lo feliz que era, daba asco verles. Algo así:


La verdad es que eran sudamerícanos, pero no importa, ¡haced el esfuerzo y usad la imaginación!
Un buen día, nuestra familia favorita recibe un paquete de un familiar. ¡Qué bien! El tío Valdéz nos manda una taza estupenda con café dentro. Es todo un detalle ya que sabe lo que nos gusta el café en esta casa. Café con leche, con sacarina, con caramelo, descafeinado, con helado de vainilla, con nata...¡Hay miles de tipos y cada cual está más rico y cremoso que el anterior!


Además el café contiene polifenoles que funcionan como antioxidante en nuestro organismo y hacen que se recuperen las células dañadas por elementos contaminantes a los que nos exponemos continuamente como, por ejemplo, el humo de tabaco o la radiación.

¡Pero qué rico café! Estaba tan rico que incluso tomó el hijo pequeño. Así cuando creciera, podría recordar el aroma tan maravilloso y exquisito de aquel café. Por si no lo sabíais, de todos los sentidos del ser humano, el olfato es el que más se recuerda. Esto es así, porque el nervio olfativo conecta directamente desde la pituitaria con el hipocampo, que se encarga del proceso de consolidación de la memoria.

A los pocos días de recibir el paquete, llegó una carta.


Era una carta del tío Valdéz. ¡Qué ilusión! Por fin escribió. No había dado señales de vida desde que se fue para comenzar una nueva vida junto a su mula por los rincones más pintorescos de la Colombia profunda. La carta decía así:

"Querida familia:
Siento no haberles escrito en tanto tiempo pero desde que me fui, no he tenido tiempo. Hace unas semanas el abuelo enfermó y he estado cuidando de él día y noche. Finalmente, el abuelo se fue. Es una lástima, con lo bien que se conservaba a sus 124 años. Murió en la flor de la vida.
Después, obedeciendo su última voluntad, le incineramos. Junto con esta carta les envío las cenizas del abuelo. No he podido conseguir una urna así que las he puesto en una taza. Cuando las reciban, échenlas al mar, estoy seguro de que le habría gustado.
Un abrazo, Juan Valdéz."


¡Zas! ¿Cómo os habéis quedado? Supongo que os estáis recuperando del shock. Pues la historia es real. Bueno, le he metido algunos detallitos que introducen en escena pero la esencia de la historia está intacta. La columna vertebral macabra está impecable. La pobre familia ya no fue feliz nunca más. Después de un acontecimiento así ya no se puede. La única experiencia positiva que se puede sacar es que ahora están más unidos que nunca (sobre todo al abuelo) ya que todos han participado de la misma película de terror.

Además, cuando los hijos crezcan y vean fotos del abuelo van a sentirse fatal. Yo no levantaría cabeza después de eso. O sea, me he tomado a mi abuelo como si fuera un café. Espero que mi intestino lo haya absorbido, porque no quiero ni pensar que se haya ido por el desagüe. Entonces, si lo he absorbido ahora llevo a mi abuelo dentro de mí, es decir, que soy mi abuelo. ¿Eso qué implica para mi familia futura? ¿Mis hijos son mis bisnietos? Soy como una proyección del pasado. Que movida, ¿no?.

Bueno mozalbetes, un abrazo.

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