domingo, 6 de septiembre de 2015

Cálidas pelusas

Aló, mes amis! Hoy estaba leyendo un libro de interés general, es decir, para generales militares, cuando he leído algo que me ha llamado infinitamente la atención (todavía la está llamando, por eso me he escondido en el armario a escribir, a ver si se cansa) y es, esto:


¡Las cálidas pelusas! ¡Por fin el cuento que todos esperábamos! Vamos allá, let's go!

Érase una vez, hace miles y miles de años en el futuro, cuando la humanidad sea poderosamente aplastada por los reptilianos, había una pequeña pelusa llamada Corina que vivía debajo de la cama de alguien que no nos importa porque la historia va de pelusas.

(Fijaos en la cosa rara que acaba de ocurrir, el cuento empieza en pasado pero sucede en el futuro dentro de miles de años, ¿cómo vamos a hablar como si ya hubiera ocurrido de algo que va a ocurrir? Pues lo sabemos porque este carrusel es atemporal, viaja hasta el infinito y vuelve antes de que te puedas meter el dedo en la nariz. Así que seguid leyendo, pequeños burgueses).

La pelusa Corina era un ser muy especial, y es que era una cálida pelusa. Era cálida porque amaba a todo el mundo. Siempre tenía una palabra amable para todos, y cuando se ponía contenta, ronroneaba. Daba gusto verla y estar con ella.

 
¡Mírala a ella, qué cosita! Dan ganas de achucharla y calentarse en medio de este frío infernal. Total, que era un amor de pelusa. Pero un día, empezó a notar que estaba menos calentita. "Mmmm, algo pasa aquí" pensó Corina, "Bueno, mañana seguro que vuelvo a mi estado natural". Pero pasaban los días y no volvía la calidez, de hecho, cada vez se enfriaba más. "Esto no me gusta un pelo, mejor voy a ver al maestro de las pelusas, seguro que él sabe qué me está pasando". Así que se fue a ver al maestro.

El maestro de las pelusas vivía debajo de la nevera de alguien que no nos importa en esta historia pero que llamaremos Conde de Dinamarca. En circunstancias normales, o sea, a 0º centígrados y 1 atm de presión, el viaje sería largo y peligroso, pero daba la casualidad de que el Conde dormía al lado del frigorífico por si apretaba el hambre de madrugada, así que el viaje fue muy corto y seguro. "Corina, ¡qué sorpresa! ¿A qué se debe esta inesperada visita a un pobre y aburrido viejo como yo?" dijo el despreciable ser. "No diga eso, maestro. Que aunque sea pobre y aburrido, usted sabe todo lo que hay que saber de la vida" le dijo Corina, siendo un amor. "Lo sé todo menos por qué has venido a verme, qué paradoja" replicó el viejo fraude. "Vengo a que me diga qué le ha pasado a mi calorcito rico. Tengo frío y estoy triste" dijo Corina. "¿Cuántos años tienes, alma de cántaro? Lo que a ti te hace falta es un novio como Dios manda, que ya va siendo hora" le espetó el viejo chalado. Corina se sorprendió mucho al escuchar aquello. ¿Un novio? Si ella no conoce a nadie. Ha estado toda su vida amando a todo el mundo sin salir de su casa. "¡Qué remedio! Buscaré un novio alto y gallardo para que me quiera y me dé la calidez que me falta".

Corina salió de debajo de la nevera y echó a rodar por la casa del Conde de Dinamarca a ver si se topaba con algún varón. Y rodó y rodó por todo el suelo de la casa. Y por los muebles. Y por los armarios. Y por la vajilla del malvado Conde. Y se topó con un tipo. ¡Vaya si se topó! ¡Se topó con el topo del Conde! Corina corrió y chilló. Pero chilló más que corrió, y fue por eso por lo que el topo, que era ciego, la atrapó y se la llevó a su madriguera.

Dentro de la madriguera, el topo la metió en un jaula enorme con mucho espacio entre los barrotes. La pobre Corina se puso muy triste. "Se acabó. Este topo me va a comer como si yo fuera un cacahuete y moriré soltera sin compromiso. Lo peor que le puede pasar a una cálida pelusa" pensó Corina. En esos pensamientos estaba, cuando oyó un ruido en una esquina de la jaula. "¿Quién anda ahí?" preguntó Corina. "No te asustes. Soy una pelusa fría. Me llamo Froufe" dijo asomándose otra pelusa. "En realidad, iba a llamarme Frozen pero mis padres pensaron que era más divertido Froufe." Después de eso, Froufe le contó la trágica historia que le había hecho escaparse de su casa y caer en las garras del topo, pero Corina no le estaba escuchando. Estaba vibrando de puro ronroneo. Le había vuelto la calidez. Y de tanto calor que tenía empezó a sudar. Y sudó. Y sudó pero bien. Fíjate si sudó, que se empezó a inundar la madriguera para terror del topo y del pobre Froufe, que no tenía culpa de nada, solamente de ser un poco pesado. La madriguera reventó y todo el tsunami de sudor de Corina les arrastró hasta caer en el salón del Conde. El pobre Conde cuando vio el desparrame aquel, gritó "¿Pero esto qué es?¿Un topo y dos pelusas?¿Qué clase de disparate es este?" Así que se metió al topo debajo del sombrero y, con la escoba y el recogedor, barrió a las dos pelusas y las echó debajo de la cama con el resto de la basura. "Eso es, cada uno en su sitio. Y yo, a dormir" dijo el Conde chiflado.

¡Qué bien! Ha salido todo a pedir de Milhouse. Corina volvió feliz a su casa con su novio nuevo y, además, era una pelusa cálida de nuevo. Lo malo es que Froufe era una pelusa fría. "No pasa nada, ya le cambiaré. Primero tendré que decirle que es mi novio" pensó Corina. "¡Por fin conozco a una chica! Estaba harto de mi relación con el topo que no iba a ningún lado" pensó Froufe.



Y todos fueron felices. Menos el Conde. Y el topo. O sea que solamente fueron felices las pelusas. Me vale como cuento.

Hasta luego!

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