Hay una pregunta
que siempre me hago cuando voy en el metro: "¿Eso es una barriga o es que
está embarazada?". Lástima que no asistiera al curso de reconocimiento de
tipos de barriga cuando estaba en la escuela superior Hamsmilth (en Albacete). Escribo
esta misiva mientras me encuentro atrapado en el metro porque un grupo
paramilitar se ha hecho con el control del tren. No hay casi aire y sus
gritos recorren los vagones de una punta a otra. En estos momentos de tensión
sin límites, se me ocurre la loca idea de arriesgar y cederle el sitio a la
pobre mujer, "Señora, ¿quiere usted sentarse?" ZASSS!!! Ostiazo.
Seguiré con mi labor de periodista, seguro que mi jefa me pagará millones por
retransmitir esto en directo. (El blog no va sobre noticias, estúpido --dice la
directora desde su escritorio).
Esta mañana me he
levantado a las 7.30am. A diferencia de todas las mañanas, el despertador sólo
ha tenido que sonar una vez. En cuanto me he puesto en pie, el olor a café recién
hecho ha concentrado toda mi atención. Los granos recién machacados
esparcían un olor casi hipnótico por todo el salón que se perdía al llegar a la
cocina. Es imposible que alguien hubiera hecho café porque vivía solo con mi
gato Wiskas. Wiskas el gato no sabía hacer café. Jamás asistió al curso de
"gatos que hacen café a sus amos" en el colegio Flynnsriding del
condado de Cuenca. Como esto no tiene nada que ver con las historias absurdas
que se cuentan en este blog, evidentemente no había ningún gato haciendo café y
todo tenía una explicación lógica: Me había dejado la ventana abierta y mi
vecina, como todos los días, estaba haciendo café en la casa de al lado.
Así que me acerqué a la cafetera para encenderla y prepararme algo con cafeína para
mí, porque la iba a necesitar. Me esperaba un largo día de trabajo en la
empresa de suministros de carruajes, Carrusel Perverso (los peores carruajes
del mundo desde 2014). Un sitio con nada de fun eating, con compañeros que te
hacen la vida imposible y una jefa que no respeta los descansos para fumar un piti.
Me terminé el café mientras leía el periódico y me dispuse a darme una ducha.
Al acabar me abotoné la camisa e hice el nudo de la corbata. Tuve que repetirlo
una vez. Dos veces. Cuando lo conseguí, abrí la puerta de mi casa, me despedí
de Wiskas y me dirigí hacia la boca de metro, rumbo al trabajo, como todas las
aburridas y tediosas mañanas de mi vida. No era consciente de lo que me depararía
aquel viaje en metro hasta 10 segundos después, cuando ocurrió todo.
Esto es lo que ha
ocurrido antes de que los
terroristas se hicieran con el control del tren. Sé que esperabais que os
contase lo que ocurrió después, la
interesante y escalofriante historia de un secuestro real contado desde la
óptica de uno de los asaltados, pero no me apetecía.
Buenas noches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario