Esos, esos cables. Van colgando de las pantorrillas y rozan tus piernas lascivamente. Lo más importante aquí es comprender que realmente esos cables no sirven para absolutamente nada. Son inútiles en todos los sentidos. Las marcas de moda podrían ahorrar seguramanete miles de dólares suprimiéndolos. Bueno, pues yo, haciendo gala de mi portentoso talento, he creado una utilidad brillante para estos apéndices textiles monstruosos. Hemos seleccionado, tras un concienzudo casting, al modelo mas indicado para mostrarlo. Que pase.
Ahí le tenéis. Se sujeta los pantalones porque si no se le caen, porque claro, su tronco es solamente una línea. Misteriosamente, rellena perfectamente la parte de la entrepierna. Pero hablemos de las tiritas esas. Lo más intuitivo es empezar tirando. Adelante, maestro:
Ahí le tenemos. Os dije que era un profesional. ¡Qué manera de tirar, qué lujo de interpretación, qué meterse en el papel! ¡Y siempre con una sonrisa!
Todos sabemos que cualquier acción tiene una reacción. Esto es elemental. Veamos qué rayos, veamos qué demonios sucede al tirar de los cables inútiles. Por favor, realización, un plano dorsal:
La parte de las posaderas se hincha desmesuradamente. Ahora podrás llamar la atención cuando vayáis por la calle, podréis compraros una silla enorme, podréis incordiar a los camareros, a los acomodadores en el cine... y tendréis más éxito en vuestras relaciones íntimas. Ya sabéis a lo que me refiero... Pero eso no es todo. Eso no es lo único que pueden hacer por vosotros las tiras del pantalón corto, hasta hoy inservibles. Pensaréis que esto no se puede mejorar, pero ahora os vais a tragar las palabras, amigos. Vais a rogar no haber sido tan maleducados. Ya verés ya:
Ahí lo tenéis. Los pantalones hinchados poseen una especie de mecanismo primitivo de vuelo sin motor. Os dejo a vosotros el chiste de pedos, para que veais que soy bueno. Ahora, algo que parecía completamente inútil cambiará para siempre la vida del ser humano en la Tierra. El medio ambiente está salvado. Los molestos atascos en las carreteras se han terminado. Será más difícil mirar culos disimuladamente. El ser humano ha conquistado el cielo. El sueño de Leonardo Da Vinci y Petri, del valle encantado, se ha hecho realidad.
En cuanto a mí, ha llegado el momento de que me despida de vosotros, mis leales camaradas, de que empiece a vivir y a pensar de verdad. ¿A dónde voy? No lo sé. ¿Cuándo volveré? No puedo calcularlo. ¿Cómo lo haré? Amigos, eso sí que lo tengo muy, muy claro.
La semana que viene en "cosas que no sirven para nada y que me gustaría que sirvieran para algo extremadamente práctico", el rabo de la boina, ¿una nueva arma de destrucción masiva?.
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