¡Hola, muy buenas noches! Aquí estoy otra vez, soy Rupert y estamos en… ¡LA HORA DEL CANGURO! Que curiosamente no tiene nada que ver con ningún canguro, sólo soy yo quejándome de algo estúpido.
Bueno, voy a hablar de la competición de lucha vegetal. Sé que había dicho que me iba a quejar de algo, pero era una mentira, una falacia, como diría Mark Twain, si estuviera vivo y hablara español antiguo.
La lucha vegetal es un espectáculo de artes marciales, mortal aunque bello, a su manera. Los árboles se disponen en una maceta cada uno a ambos extremos del ring, y el combate comienza cuando lo dice el árbitro, como siempre. Lo curioso es que hasta el día de hoy nunca ha sucedido nada. Los árboles se quedan ahí, impasibles, como si la cosa no fuera con ellos, porque coño, ¡son árboles!
Los asistentes, furiosos, exigen el reembolso de sus entradas, y todas las noches sucede lo mismo. Todas las noches se llenan los estadios, o donde sea que se celebren este tipo de eventos. Todas las noches tienen que recoger miles de reclamaciones, de hinchas del combate insatisfechos y confusos, porque los árboles no están a la altura de sus expectativas. Y hasta la fecha, ningún púgil ha mostrado el más mínimo interés por corresponder a tan ferviente público, ni Secuoya Johnson, ni Petey Alerce ni el mejicano Chopito Loco, por citar algunos.
Las grandes marcas están pensando en dejar de invertir en este ya decadente deporte y, por ello, corre el riesgo de desaparecer. Todos lo han intentado, patrocinadores, entrenadores, maquilladores, peluqueros, vestuario, televisiones, aficionados… todos han puesto de su parte… todos han tenido fe en el proyecto, todos han puesto su granito de arena. Todos menos los propios árboles.
Malditos árboles así nos lo agradecen. Si no fuera por nosotros no serían nada, solo serían otro pedazo de madera más, en medio del campo. Nosotros llegamos y les dimos utilidad, les convertimos en mesas, marionetas o fuego. Les convertimos en arte, en bálsamos, en pegamento, y ahora en ídolos de masas. Todos los niños romperán sus álbumes de cromos de los árboles luchadores 2011. Todos tirarán sus bonsays a la basura. La gente dirá “¿árboles? No, gracias”. Y esta vez no se puede decir que no lo hayamos intentado, esta vez ha sido culpa suya, culpa de la naturaleza, que nos ha dado la espalda.
Al final sí que he acabado quejándome de algo, jaja quién lo diría. Bueno, nos vemos en la próxima entrada. Ahora voy a ir a tomarme algo, “¿un granizado quizás, señor Rupert?” claro, Linda, por qué no…? Oh, ¿¡a quién quiero engañar!? ¡No tengo asistenta, ni granizado! ¡Será mejor que vaya a beberme mis propias lágrimas, como siempre!
¡¡¡¡ADIÓS MALDITA SEA!!!!
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