sábado, 9 de julio de 2011

a mi que me cuentas

Deambulas por los pasillos del ambulatorio, estás descalzo sin zapatos ni calcetines, decides arremangarte los pantalones vaqueros a modo de pescador, y empiezas a correr por los pasillos, corres así, descalzo y con los pantalones arremangados. Pero no es un correr con velocidad de atleta, si no un “corre corre, k vamos tarde” es más un andar rápido, que si no llego tampoco pasa nada, como correrías por el pasillo de tu casa para coger el teléfono que está sonando. No vas hacia ningún lado concreto, y a la gente de allí le da igual que corras descalzo y con los pantalones arremangados por el centro de salud. Al correr, el “arremango” que te has hecho en el bajo del pantalón se te empieza a desenrollar, así que tienes que pararte para volver a recogértelo. Y luego sigues corriendo.
Al final llegas a un espejo y te miras en él.
Observas con indiferencia como en lugar de un brazo, lo que tienes es un tubo de plástico trasparente relleno con taquitos de jamón York y queso.

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